
Ella dice; “estoy lista en dos minutos” y no lo está. Él se calla pero se irrita.
Él dice; “ahora recojo los calcetines” (que andan tirados en el suelo). Ella se calla, sabiendo que el “ahora” durará una semana.
Él piensa; “¿por qué siempre tarda tanto en vestirse?, volvemos a llegar tarde”
Ella piensa; “¿cómo se puede ser tan
desordenado?, “si viene alguien y ve los calcetines en el suelo…”
La pareja y sus roces
Irritaciones cotidianas entre las parejas, que van y vienen y que quedan ocultas, dichas y entre dichas entre bromas, seriedades y sarcasmos. Él se queja de ella, ella se queja de él. Ahora bien, estas irritaciones ¿suponen un peligro para la relación? Jean- Claude Kaufmann, sociólogo experto en relaciones de pareja asegura que no. Es más; son un signo de buena salud y mantenimiento de la misma, siempre y cuando no se caiga en patologías, estén bien expresadas las quejas y se utilice el humor para enfrentarse a las mismas.
Mi interés en este tema radica en la conocer cómo funcionan estás riñas. Aquí me pregunto ¿Dónde está el límite entre la irritación y el enfado? ¿Cómo es que estás pequeñas cosas producen silencios y gritos? ¿Nos enojan las mismas cosas a hombres y mujeres? Con ayuda de numerosos estudios de este sociólogo, director de investigaciones del CNRS, en París, espero poder aportar información útil, curiosa y divertida respecto a la extraña irritación por laque pasa cualquier pareja.
Diferencias de género
En primer lugar, hay que decir que no son las mismas situaciones las que nos irritan a unos y a otros. Ella es probable que se queje de situaciones relacionadas con el orden y las buenas maneras. Esto es; que él deje la toalla tirada y mal puesta, que cocine y no limpie los platos, que no baje la tapa del váter, que su ropa quede tirada en cualquier punto de la casa o que sea grosero en las comidas (tanto en el modo de comer, como en comentar algo fuera de lugar en compañía de amigos). ¿Y ellos? En cuanto al género masculino, parece ser que las tardanzas de ella cuando se arregla no son de su agrado, que gaste más dinero de la cuenta comprando ropa u otras cosas que ellos consideran no necesario tampoco, que se deje las luces abiertas o que tire papeles importantes que él aún no ha leído, le crispa. Ejemplos miles, situaciones distintas que cuando se dan, significa que el proceso de unificación entre ambos ha comenzado. Es más; cuanto más íntima es la relación y menor frontera existe entre ambos, más riesgo de irritación existe entre los mismos.
¿Dónde está el limite?
Si bien es cierto que no hay dos personas que actúen de la misma manera, sí que es cierto que la mayoría de nuestras acciones cotidianas son automáticas y determinadas por nuestra historia personal. No es de extrañar entonces que dentro de la unión de dos seres con mundos y bagajes distintos se produzca una molestia común y que al revelar sus diferencias se produzca la irritación, la no comprensión y de alguna manera la exigencia para con el otro. Ahora bien ¿dónde está el límite? Parece que en las expectativas, en la comunicación y en la aceptación del otro.
Depositamos un gran número de expectativas en nuestra pareja, que paradójicamente resultan incompatibles. Por un lado queremos sentirnos cómplices con el otro, aceptados y realizados dentro de una vida en común pero nos olvidamos que personalmente también ansiamos nuestros momentos de soledad y autorrealización personal. En ese momento es justo cuando el otro a veces nos
demanda y cuando nosotros no somos capaces de comprender. La comunicación será
una clave importante no solo para establecer los límites, sino también para saber expresar las quejas de manera adecuada. De no ser así, los silencios hablan, los gritos expresan y la situación se envenena.
Respecto a la aceptación, es necesario saber alejarse de la visión egocéntrica de nuestras costumbres y poder ver con perspectiva la manera de proceder del otro. Uno no puede vivir esperanzado en cambiar al que tiene al lado. Aceptar las diferencias es un buen antídoto contra las riñas cotidianas.
Uno de los problemas que encuentra Kaufmann a la hora de enfrentarse a estas pequeñas- grandes irritaciones cotidianas son las diferencias psicológicas que se dan entre ambos sexos. Mientras a él le cuesta más hablar sobre sus sentimientos y sobre lo que les molesta, ellas disfrutan comunicando todo lo que piensan. ¿El resultado? Él se defiende con humor y lanza evasivas. Ella busca el encuentro frontal y pide explicaciones y parece que tras muchas investigaciones, esto sucede así en infinitos rincones del mundo.
En definitiva; en el universo de la pareja, ambos se expresan, de maneras distintas y actúan de formas diversas según sus maneras, sus gustos, su educación, su personalidad su propia historia…pero de manera inconsciente salen cohetes hacia el uno y hacia el otro cuando alguno de ellos pinta la cotidianidad a su antojo. ¿Preocupante? Para nada, natural, usual e incluso necesario (evidentemente, sin ser enfermizo). ¿Los antídotos ante los pequeños roces? El humor, la comunicación y la aceptación del otro.
Bibliografía
Irritaciones: Las pequeñas guerras de la pareja. Jean- Claude Kaufmann, Gedisa, (2009)