Psicología social

Optimismo y pesimismo : Martin Seligman

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Optimismo y pesimismo
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay 

¿Un vaso medio lleno o medio vacío?

Todos conocemos la metáfora  del vaso medio lleno o medio vacío para preguntarse cuál es la visión que le otorgamos a los sucesos y a las situaciones de la vida. De manera espontánea y delante de un vaso lleno de  agua hasta la mitad del frasco, alguien optimista no dudará en afirmar que al vaso le falta muy poco para estar completo de líquido y que por lo tanto está casi lleno. Contrariamente, alguien que le dé más importancia a  la parte vacía del  mismo, reparará en lo que le falta  y no en lo que contiene. Es decir; tendrá  una visión más pesimista de la situación.

A groso modo, esta famosa prueba, nos ha servido  para hacernos pensar en la manera que tenemos los seres humanos, de vivir y contemplar una (nuestra) realidad. Pero esto por si solo es muy insustancial para argumentar algo tan relevante como la visión que tenemos acerca de las cosas que nos suceden. Así que vayamos más allá. ¿Por qué decimos que una persona es optimista? ¿Es que tiene soluciones para todo? ¿Es que a nada le ve “pegas”? y de manera contraria; ¿Alguien pesimista es alguien derrotista? Cuestión de visión pero hay otros ingredientes igualmente importantes.

El ser humano tiene la necesidad de relacionarse con otros mortales y en esta interacción también está la necesidad de explicar las cosas que le suceden y el modo en que las vive. De esta manera, queda patente si un sujeto se dedica a compartir su visión catastrófica de los acontecimientos o si por el contrario rebosa una actitud alegremente esperanzadora. Luis Rojas Marcos, en su libro “la fuerza del optimismo” nos explica célebres experimentos realizados a lo largo de la historia, acerca de cómo las personas interpretamos el entorno. Hay  uno de ellos que me llama especialmente la atención. Este no es otro que el estudio elaborado por el conocido psicólogo Martin Seligman, quien relacionó nuestro modo de vivir y expresar las cosas con nuestro grado de pesimismo u optimismo.

La relación esta explicada mediante tres variables:

  •    La permanencia (estabilidad/inestabilidad) que hace referencia a la duración que le damos a los sucesos que nos afectan. Esto es; ante los infortunios, por ejemplo, los optimistas consideraran que se trata de algo pasajero y asumible, mientras que los pesimistas meditaran acerca de lo sucedido y darán un valor más perdurable a dicho acontecimiento. De la misma manera, ante las buenas noticias los optimistas creerán en la causa y en su futura permanencia, mientras que los pesimistas lo concebirán como algo poco palpable y fugaz.

 

  •  La penetrabilidad (globalidad/especifidad) que se refiere a las consecuencias, efectos  o el modo en que nos repercuten esos acontecimientos. Un sujeto optimista evita encasillarse en una visión fatalista y buscará recursos para creer que “aquello” no es del todo catastrófico. Ante las desventajas de la vida, el optimista tratará de no “castigar” una situación y dará un margen al error sin sentirse la persona más ruin del mundo. Esto mismo, no lo hará una persona pesimista, quien ante las desventuras, se ve afectado en la totalidad de su persona por la catástrofe del momento. La visión es de no beneficio ninguno y de terribles consecuencias.

 

  • La personalización (internalidad vs externalidad) reside el grado de responsabilidad personal que le otorgamos a lo sucedido. En este punto los optimistas examinan sus errores con “autopermiso” para los mismos. No se flagelan como si el mundo hubiera dejado de funcionar y dan opción al crecimiento y al aprendizaje. Los pesimistas no. Utilizan el autocastigo y la culpa y no ven opción ninguna a subsanar errores. No hay espacio para el aprendizaje y generalizan sus derrotas en otras facetas de la vida.

Por otra parte, Seligman también hace hincapié en la comparación social. Argumenta que los seres humanos utilizamos la comparación a la hora de expresar nuestras vivencias. Así el optimista dirá “me siento afortunado y más viendo a otros porque podría haber sido peor” mientras que el pesimista argumentará que “lo suyo es lo peor” Una especie de sin salida, ciega al pesimista en su malestar.

En resumen; hablando nos delatamos. Compartimos la manera en la que interpretamos el entorno y en esa manera dejamos en entredicho si lo sucedido durará poco, mucho…si será insufrible e insuperable o si traerá consecuencias devastadoras. La botella se está llenando o por el contrario, va perdiendo agua…  De un modo u otro, las cosas no son como son, son como somos.

Bibliografía

La fuerza del optimismo.
Luis Rojas Marcos. 2006, Madrid.

Núria Costa, psicóloga

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