Psicología social

¿Realmente damos sin esperar nada a cambio?

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dar sin esperar nada a cambio

¿Dar sin recibir? En mis terapias de grupo con gente mayor, he planteado esta pregunta más de una vez. La reacción inmediata de la mayoría, es contestar que sí, que cuando se da de corazón, no se espera nada a cambio. Sin embargo, cuando les planteo si esperamos las gracias tras haber hecho un favor o una sonrisa tras un gesto amable, las opiniones van variando. Todo y así, cuesta admitir que en según qué acciones hay un deseo oculto de gratificación esperado.

En alguno de mis artículos anteriores, he hablado sobre las expectativas y cómo las personas esperamos ciertas acciones o cosas por parte de los demás. Pero hoy me gustaría ir más allá y hablar de la verdadera interacción entre las personas en cuestión de “dar y recibir”.

Hay muchos tipos de relaciones; padres e hijos, abuelos y nietos, parejas, amigos, compañeros de trabajo…y en todas, aunque nos cueste aceptarlo, esperamos correspondencia de una manera u otra. De esta manera un padre, no solo desea que su hijo aprenda en el colegio, sino que espera que aprenda, que sus notas sean fructíferas y/ o que aparte de asistir a clase, tenga otras obligaciones con y para la vida. De igual modo y de manera implícita una pareja espera de su compañero/a una complicidad y cariño. No de manera distinta, los abuelos esperan saber de sus nietos y los amigos esperan que exista un vínculo de confianza con el otro. Aunque aquí utilice ejemplos en términos generales, sí, esperamos de los demás como seres sociales que somos.

Quiero dejar claro, que con ello no pretendo decir que nos movamos por intereses, ni mucho menos, pero sí, que por mi experiencia profesional, he visto que ninguna relación es buena si una de las dos partes no da.  Y la explicación es sumamente sencilla; todos necesitamos sentirnos útiles y necesarios y eso forma parte de nuestra condición social. A partir de aquí me gustaría reformular la pregunta; ¿en el “dar”  es relevante que sienta que he hecho algo importante, exitoso o útil? Sí y quizás no siempre para nosotros, sino también para los otros y para obtener el “reconocimiento social”.

No conozco una relación  que pueda sostenerse solo con el “dar”. Al menos, no sana. Pensemos de nuevo en los padres. Los únicos con capacidad de amar de manera incondicional. A pesar de que sus hijos fallen y que ellos puedan perdonar “sin exigir”, hay una espera, aunque solo sea, la de que su hijo adquiera buenas habilidades para enfrentarse a los contratiempos de la vida. Y es necesario enseñar a los hijos, desde pequeños, que es gratificante hacer algo por los demás, para que ello les permita experimentar la sensación de que están realizando algo útil.

Si las relaciones que hemos ido forjando se han basado en el cariño, en la franqueza y la sinceridad, nos sentiremos reconocidos y amados, la cual cosa nos proporcionará seguridad. Y esto es importante para nuestro equilibrio psicológico. Pero para ello es necesario aprender y enseñar, sobretodo, en la infancia. Algo tan sencillo como decirle a nuestro hijo; “llama a tu abuelo, que estará feliz de oírte” (probablemente si el abuelo nunca supo de su nieto, los vínculos de la relación se vean truncados y es posible que dicha relación llegue a convertirse en inexistente) Por lo tanto, enseñarle a tener cuidado y amor por los que están a su alrededor es un punto clave. Pero no solo eso. Para que el niño llame al abuelo, él también ha de sentir el cariño del anciano. Uno sin el otro no sostiene la relación. Ahí está el dar y recibir.

Otro ejemplo; ¿cuántas veces hemos oído aquello de..»yo ya no le llamo más…total ella no me llama nunca a mí pues yo tampoco». Esto demuestra que sea la edad que sea, todos y cada uno de nosotros, esperamos de los demás. Sobretodo en las relaciones más fuertes.

  Sin ser tan diferente, un “gracias”, tras recibir un regalo de compromiso, no solo otorgará sentimientos positivos en el emisor del regalo, sino que nosotros también percibiremos efectos psicológicamente buenos y nuestro vínculo social de reconocimiento para con los otros, quedará más fortalecido.

Núria Costa, psicóloga

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