Curiosidades

«No aguanto a mi vecino»: psicología del vecindario

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El sigiloso, el cotilla, el ruidoso, el disconforme, el moroso, el reivindicativo…son perfiles que pueden presentarse en cualquier comunidad de vecinos. Cerca de nuestra morada, convivimos también con ellos y a menudo tenemos que lidiar con sus tan diversos comportamientos. ¿Quién no tiene una anécdota que contar del que habita encima, debajo o al lado suyo? Nuestros queridos colindantes, forman una pequeña gran parte de nuestra vida.

Este es un tema que me atrae especialmente desde la psicología social. A groso modo pasa desapercibido pero lo cierto es que asume un papel relevante en nuestro día a día. Bien es sabido, que para alguna gente, un “mal vecino”, puede ser motivo de grandes dolores de cabeza, mientras que para otra gente, el vecindario, no supone más que un grupo de conocidos, con pequeñas añadiduras a la propia convivencia. Sea como sea, no estamos solos

Vecinos: más que un tema de conversación

¿Cómo sería nuestra vida social sin estresarnos porque el vecino de arriba hace demasiado ruido? ¿Cómo serían de transparentes nuestras cortinas si supiéramos que la vecina de enfrente no tiene curiosidad por saber qué hacemos dentro de nuestra propia casa? ¿De qué nos quejaríamos con nuestra pareja al no oír los ladridos del perro del vecino de puerta? Preguntas absurdas con mucho significado, pues estos quebraderos de cabeza cotidianos hacen que interactuemos con otros, que nos produzcan sensaciones y que ocultamente tengan una función psicológica importante en nuestra condición social.

No se me ocurre mejor modo de recurrir a la mención de una de mis películas preferidas para explicar este tema. Esta no es otra que la famosa “ventana indiscreta” de Hitchcock. En 1954, desde una sola habitación y con la grandiosa interpretación de James Stewart, el gran director nos sitúa en ese punto de mira; “el voyeour” y ¿qué hacen mis vecinos? La exquisitez con la que es tratado el filme describe a la perfección varios aspectos del ser humano en comunidad.

Una comunidad es un sistema, formado por un grupo social con características propias y con particularidades e intereses compartidos por sus miembros. Esto es por ejemplo, localización geográfica o normas establecidas en consenso. En definitiva; espacios propios con puntos comunes. Ahora bien, ¿ qué tiene que ver aquí la psicología?

La interacción con los otros, en este caso con los vecinos, quien cada uno vive en su casa pero con contacto indirecto entre ellos, aporta una función psico social interesante. La primera de ellas es que nos nutrimos de la “relación” como seres sociales. Vivir aisladamente no nos proporcionaría comunicación ninguna, la cual cosa no nos aventajaría como seres sociales que somos.

En segundo lugar y tal y como hacía referencia a la película de Hitchcock, el papel del cotilleo y el chisme que nos provoca nuestra vecindad aporta beneficios interesantes en nuestra condición psicológica ya que, tal y como mantienen diferentes investigaciones, el hecho de hablar sobre la vida de los otros y comentar de qué manera son sus vidas ayuda a construir y mantener relaciones sociales. Al mismo tiempo, el lenguaje, lo que hace que hablemos de unos y otros ayuda también a tener contacto entre nuestros semejantes y a compartir valores y crear alianzas.

Esto es por ejemplo; si la vecina del quinto pone la música muy alta y varios vecinos se quejan, probablemente cuando se crucen estos últimos en el ascensor, comenten la situación y eso les hace “compartir” y ser afines en esos valores. En este caso; el valor del respeto. Con otro ejemplo; si estamos en una reunión de la comunidad y uno desentona con su opinión, esto será motivo de alianza con los otros.

Hemos de reconocerlo, somos seres curiosos y la interacción con el otro nos ayuda a reforzar nuestra firmeza en una opinión y/o conducta. Nos encontramos en la vida, por casualidad o por búsqueda y en ese “ir y venir” creamos lazos, opiniones o desavenencia. Sea como sea esto nos proporciona contacto social y nos ayuda a nivel psicológico.

Imaginemos un mundo donde no existirá el ruido del otro, la queja constante o la rebeldía de cumplir unas normas. No compartiríamos ni siquiera la queja y no cumpliríamos con el dictado social de la relación humana.

Vecinos….que a veces dan dolores de cabeza pero que crean una “relación” con nosotros, directa o indirectamente. Creo que no en vano, cada uno de ellos representa un rol y con él nuestra opinión para estar a favor o en contra. Nos unimos, aunque solo sea para decir; buenos días, aunque no hay quien duerma con los ladridos del perro del segundo tercera.

Núria Costa, psicóloga

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