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ENVEJECER NO ES UN DRAMA, SÍ LO ES EL ABURRIMIENTO Y LA RESIGNACIÓN

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Lo sabemos. La ley
natural nos impulsa a crecer y en consecuencia a envejecer, pero algo curioso
del ser humano es la lejanía con la que contempla esta etapa de la vida. Parte
de mi experiencia profesional, radica en la atención psicológica a las personas
mayores y a menudo me encuentro con frases tales como “ese/a señor/a es muy mayor, pero  que muy mayor ¿eh?” y luego reparan,
riéndose, en que ellas tienen la misma edad, incluso más. ¿Cuestión de
aceptación? No entraremos en este punto pero esto nos sirve a modo de reflexión
para entender; cómo vive la tercera edad el envejecimiento, cómo asumen esta
etapa vital y algo muy destacable; qué reflexión hacen de su historia de vida.


“Juventud, divino
tesoro”

Nadie quiere envejecer
y aunque ciertamente unos lleven mejor que otros este proceso, no es uno de los
deseos de la lista de nadie, pero así es. Sin que queramos hay un deterioro
biológico que implica cambios inevitables, sin embargo ese no es el problema.
Todo radica en una cuestión de actitud y de cómo uno se enfrenta a dichas
variaciones y decide vivirlas. Por lo tanto envejecer no es un drama, lo es el aburrimiento y la resignación.
Si uno decide abandonarse y dejar de luchar, aun por una mínima ilusión, lo
consigue y ahí entra en una larga lista de síntomas que le hacen caer en la
tristeza, la apatía y la anhedonia. Por el contrario, si alguien opta por
aceptar, desdramatizar y vivir la vejez como una etapa más, aun cuando hay
limitaciones, no solo goza de un mayor bienestar psicológico sino que esto le
reporta más años de vida y una mayor positividad para el entorno. En uno de los
lugares donde trabajo, hay una mujer que cada mañana se pinta los labios.
Cuando la encuentras por los pasillos sonríe y le refuerzas esa actitud (la de
maquillarse). Ella contesta contundente que es necesario estar guapa y que
todas deberían hacer lo mismo. Sin duda, la apuesta está hecha.

Por otra parte, algo
que noto a menudo es que a las personas les cuesta mucho  entender que ellas no pueden cambiar las
situaciones externas ni detener el tiempo. Existe una cierta tendencia a la
responsabilidad frente a factores que no se pueden controlar (pérdidas
corporales, mentales, familiares…) ¿la clave? sí pueden decidir de qué modo uno
las vive. Generalizar no es bueno y cada uno tiene su historia personal, sus
vivencias y circunstancias sin embargo el modo de enfrentarse a los cambios
radica en uno mismo, puesto que la felicidad no es un estado sino un camino que
se elige o no.

 También pienso, que es importante
seguir fomentando la autoestima y reforzar los puntos positivos del individuo a
cualquier edad. Incluso con gente que va perdiendo habilidades cognitivas y que
acaba en demencia, es relevante dar afecto y hacer sentir como lo que somos;
personas. Algo primordial que quiere la persona mayor es eso; sentirse ¡viva! ¡Respetada! ¡Útil! y recibir cariño, tanto de los suyos
como de los cuidadores que están por ellos.

Durante muchos años la
vejez ha sido vista como un lastre, pero la situación ha cambiado en los
últimos años. Disponemos de multitud de opciones para promover el bienestar
integral en la tercera edad. Estimular la cognición, mantener el cerebro
activo, hacer salidas, debates, talleres y actividades varias, así como
promover vínculos de amistad es tan importante para el anciano, como para el
joven y las opciones existen.

Finalmente y como algo a
destacar es la importancia de la vivencia personal que nos aporta la tercera
edad. En las terapias de grupo donde trabajamos temas como la soledad, el
arrepentimiento, las pérdidas o el temor a la muerte, salen a la luz las
esencias individuales de cada uno. Algo que para mí resulta mágico desde el
punto de vista humano. Tenemos miedos, inseguridades, hábitos y penas pero las
tenemos a cualquier edad y ese espacio es personal y único. Mirando atrás ellos
se arrepienten de no haber hecho cosas que deseaban, de haber perdido
amistades, o de haber tenido que abandonar algún deporte, pero a pesar de eso
hablan de sus nietos, de sus hijos o de cuando se enamoraron. Sin darse cuenta,
han forjado nuevos vínculos y se enfrentan a nuevos aprendizajes. Ellos no solo
recuerdan, sino que también viven y nosotros viviendo tenemos mucho que
aprender de ellos y de esta etapa más, que forma parte de nuestro ciclo vital.
¿Una anécdota simpática?  Recuerdo que
administré un test, a una anciana, con 93 años de edad. Una de las preguntas era;
¿cree que vale la pena vivir? Ella contestó riendo; -¡claro! ¿Qué me quedan
diez? – Yo no tengo la respuesta, pero a día de hoy ya ha cumplido los 96 y
sigue pintándose los labios.


Núria
Costa
Psicóloga. 

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*Este artículo también podéis
encontrarlo en el blog de la página web de  DEPENDENTIA

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